Robin Harris: My experience on the popular education workshop / Mi experiencia en el taller de educación popular

(EN ESPAÑOL ABAJO)

 

For a week, we were not the experts. For a week, we silenced our cultural biases and opened our hearts, listening to Salvadoran experiences, Salvadoran pain, Salvadoran justice and healing. My experience during the Popular Education School was transformational, and I emerged from the week energized, motivated, and ready to take on bigger struggles in the US. The very first day was filled with laughter, fellowship, and eating of new and strange tropical fruits. Friendships were made so easily, and the energy in each room we entered was palpable.

One of my most worthwhile experiences (of the many) was visiting San Francisco Echeverria and witnessing the tragedy and horror of the massacre that occurred there during the Salvadoran Civil War. My heart broke when I saw this site, yet the strength and abiding growth I felt from the local teachers and community leaders describing their post-war healing process sustained me. I was so shocked to see little school kids running around, playing their afternoon soccer game, hide and seek- games that children worldwide play. 10 feet away, dozens of community members were brutally massacred only a few decades ago. Today, flowers and prayers surround this awful site, and green shoots of grass sprout out of bullet holes. The Salvadoran people have taken their personal horror and turned it into power.

 

Memorial en San Francisco Echeverria

 

The week of popular education was continuing to learn humility, respect, and reverence for the power of the people. When we are united, we are stronger than we ever were before. We were helped by wise leaders, young and old, to process our feelings, thoughts, and experiences and apply them to truly effective community organization. Finally, we were able to translate our own talents and wishes back in the US into actual organizing projects, complete with goals and solid plans. I can’t express fully how excited that felt, to take all the learning and emotions of the week and actualize this into a real-world plan.

I would gladly return to El Salvador to continue la lucha, but la lucha sigue no matter where I am. As a master’s level Social Work student soon to graduate this year, I see the fight and the struggle every day even in Baltimore, Maryland. I valued this week as food for my proverbial hungry social worker soul. Being in El Salvador taught me to honor that struggle, recognize it, and help others to use it for good. Empowerment, in my opinion, could absolutely be listed and defined in the dictionary as “El Salvador” after my week at the Popular Education School with Sister Cities El Salvador. I hope to return soon, but I don’t doubt that my friendships and connections to El Salvador will continue for years to come.

 

 

Por una semana, no fuimos las expertas. Por una semana, callamos nuestros sesgos culturales y abrimos nuestros corazones, escuchamos las experiencias salvadoreñas, el dolor salvadoreño, la justicia y la sanación salvadoreñas. Mi experiencia durante la escuela de Educación Popular fue transformadora. Salí de esa semana llena de energía, motivada y lista para enfrentar luchas más grandes en los Estados Unidos. El primer día estuvo lleno de risas, camaradería y nuevas y extrañas frutas tropicales para comer. Se construyeron amistades muy fácilmente y la energía en cada cuarto era palpable.

Una de mis experiencias más valiosas (de muchas) fue la visita a San Francisco Echeverría y ser testigo de la tragedia y horror de la masacre que ocurrió ahí durante la guerra civil salvadoreña. Mi corazón se rompió al visitar este sitio; sin embargo, me sostuvieron la fuerza y el crecimiento que salía de los profesores locales y las y los líderes de la comunidad describiendo su proceso de sanación posterior a la guerra. Me impactó ver niños pequeños correteando, jugando al fútbol, escondelero y las mismas cosas que se juegan en todo el mundo. A solo diez pies, docenas de miembros de la comunidad fueron masacrados hace solo un par de décadas. Ahora, este feo lugar está rodeado de flores y oraciones y verdes plantas salen de los hoyos dejados por las balas. El pueblo salvadoreño ha asumido su horror personal y lo ha convertido en poder.

 

La semana de educación popular continuó para aprender humildad, respeto y reverencia por el poder de la gente. Cuando estamos unidos, somos más fuertes de lo que antes fuimos. Nos ayudaron sabios líderes, jóvenes y viejos, para procesar nuestros sentimientos, emociones y experiencias, para luego aplicarlas efectivamente en la organización comunitaria. Finalmente, fuimos capaces de utilizar nuestros talentos y deseos para proyectos reales de organización en los Estados Unidos, completos con sus metas y sólidos planes. No puedo expresar completamente cuán emocionada me sentí al usar todo el aprendizaje y las emociones de la semana y convertirlas en un plan para el mundo real.

 

Felizmente regresaría a El Salvador para seguir la lucha, pero la lucha sigue, no importa dónde yo esté. A punto de graduarme de mi maestría en trabajo social, veo esta lucha cada día aún en Baltimore, Maryland. Valoré esta semana como alimento para mi hambrienta alma de trabajadora social. Estar en El Salvador me enseñó a honrar la lucha, reconocerla y ayudar a otras a usarla para el bien. “Empoderamiento”, en mi opinión, podría mostrarse como “El Salvador” en el diccionario, después de mi semana en la escuela de Educación Popular con Ciudades Hermanas El Salvador. Espero regresar pronto, pero no dudo que las amistades y conexiones con El Salvador seguirán por varios años.

 

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